JACQUES LACAN, DESPUES DE SIGMUND FREUD

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA DE SIGMUND FREUD EN SUS DIFERENTES ETAPAS Y EN CONTRASTE CON LA LECTURA QUE DE ELLA HACE JACQUES LACAN CON SU RETORNO A FREUD.
Autor: Yanilda Caba. Agosto 2004


En este capítulo presentamos la evolución de la técnica psicoanalítica de Sigmund Freud en las diferentes etapas del desarrollo de su teoría, desde la publicación de “Estudios Sobre la Histeria” hasta su muerte (1895-1946), en contraste con la lectura que de ella hace Jacques Lacan con su “Retorno a Freud”, a partir de 1953-1981. Veremos como esta vuelta a Freud a la manera de Lacan culmina con la salida de éste de la Asociación Psicoanalítica Internacional y a la vez con la institución de la enseñanza del Psicoanálisis fuera de la universidad. También presentamos el manejo de la sesión analítica como la concebimos a la luz de la escuela lacaniana en la que recibimos nuestra formación como analistas, tal como la practicamos en esta Pasantía.

2.1. Evolución de la Técnica Psicoanalítica Freudiana
En su Autobiografía (1925), Freud divide la historia del psicoanálisis en dos periodos fundamentales: el primer periodo que va de 1895-1907; y el segundo periodo, que abarca desde 1907-hasta la fecha de la publicación que citamos; a parte de lo que él denomina “prehistoria catártica”. El criterio de esta división obedece a la forma de construcción de la teoría. En el primer periodo denominado por Freud como Splendid Isolation, él estuvo trabajando los diferentes aspectos del psicoanálisis por si mismo, aislado de la vida pública y del reconocimiento de su trabajo por el estamento médico internacional. Durante el segundo período, estuvo acompañado por sus discípulos y la actividad creadora era parte del Grupo de los Miércoles. Durante esta etapa, la teoría y práctica psicoanalítica tuvo alcance y prestigio internacional, consolidándose con el perfeccionamiento de la misma; se fundó la institución representativa, Asociación Psicoanalítica Internacional, se publicaron revistas especializadas y se celebraron congresos internacionales.

En lo que sigue del presente trabajo, asumimos también su prehistoria y presentamos, además, la evolución de la técnica y la teoría psicoanalítica en torno a la división de las estructuras de la personalidad, que Freud concretó básicamente en dos tópicas o modelos del aparato psíquico.

Freud llamó Metapsicología[1] al intento de describir los procesos psíquicos en función de la interrelación de sus aspectos tó­picos, dinámicos y económicos. En una primera etapa, Freud esquematizó el aparato psíquico en tres instancias: Conciente /Preconsciente/ Inconsciente. En una segunda etapa, estructurado en los conflictos dinámicos de las formaciones del Yo: yo, ello y Superyó.

Tópico[2] es el punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico, cuya función es el de satisfacer las necesidades del cuerpo, en cierto número de sistemas dotados de características o funciones diferentes y dispuestas en un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlo metafóricamente como lugares psíquicos de los que es posible dar una representación espacial figurada. Son los datos clínicos provenientes del estudio de los sueños y de las neurosis los que originan las tópicas.

En este sentido, nos parece oportuno presentar la aproximación del Profesor Villamarzo[3] en la que esquematiza estos aspectos de una manera ampliada y que nosotros ilustramos, con Freud[4] y Madison, indistintamente, en sus contenidos:

El punto de vista tópico-estructural explica qu elementos la integran:
· Consciente (Cs), Preconsciente (Pcs), Inconsciente (Inc) / Yo, Ello, Superyó.


Los modelos topográfico y estructural son el eje sobre el cual estamos explicando la teoría psicoanalítica, por lo que desarrollaremos este punto en lo que sigue de este mismo capitulo.

El punto de vista económico- pulsional explica qué energía lo hace funcionar: Las representaciones psíquicas de las pulsiones están cargadas con determinadas cantidades de energía (catexias) y el aparato psíquico tiene la tendencia de evitar todo estancamiento de estas energías, manteniendo lo más baja que sea posible la cantidad de las excitaciones a las cuales está sometido. El curso de los procesos psíquicos es regulado automáticamente por el principio del placer-displacer, de manera tal que, en una u otra forma, el displacer aparece siempre vinculado con un aumento y el placer con una disminución de la excitación. En el curso del desarrollo, el primitivo principio del placer experimenta una modificación determinada por la consideración con el mundo exterior- principio de la realidad- mediante el cual el aparato psíquico aprende a diferir las satisfacciones placenteras y a soportar transitoriamente las sensaciones displacenteras. En cuanto a la pulsion, asumimos con Lacan[5] que la constancia del empuje impide cualquier asimilación de la pulsión a una función biológica, la cual siempre tiene un ritmo (instinto), citando a Freud dice que la pulsión no tiene día ni noche, ni primavera ni otoño, ni alza ni baja. Es una fuerza constante.

· Placer- displacer / libido

El punto de vista dinámico-conflictivo explica cómo funciona de hecho: existe un juego de fuerzas que se estimula y se inhiben mutuamente, que se combinan entre si, que establecen transacciones las unas con las otras. Originalmente tienen el carácter de pulsiones. Se caracterizan por poseer una inmensa capacidad de persistencia (somática) y una reserva de poderío (compulsión a la repetición). Aquí, la catexia o pulsión, actúa como fuerza constante que presiona por expresarse a través de los actos del ser humano. Como consecuencia de esta concepción, Freud supone que la represión tiene que trabajar como una presión contraria constante. Su representación psíquica está constituída por imágenes o ideas afectivamente cargadas: pulsiones = catexias. En términos abstractos, esta concepción propone una fuerza y una contrafuerza opuesta. Cuando la fuerza pulsional es eliminada de tal modo que pierde su carácter original de motivo inaceptable, la fuerza anticatéxica es eficaz. Las defensas eficaces son características de las personas normales, aunque también las personas normales usan algunas defensas ineficaces.

En cuanto a la actividad y pasividad, es lo que en psicoanálisis se emplea para representar en carácter masculino-femenino en su aspecto puramente biológico.

· Actividad-pasividad / carga-contracarga = catexias-anticatexias = fuerza-contrafuerza.


El punto de vista genético-libidinal explica cómo se origina y desarrolla. La pulsión de vida (Eros) es concebida como una tendencia hacia la cohesión y la unidad, y la pulsión de muerte (Tánatos) que opera en sentido contrario, deshaciendo conexiones y destruyendo las cosas. Ambas se encuentran fusionadas en diferentes proporciones. Para Freud, el instinto de muerte representa la tendencia de los seres vivos a retornar al estado inorgánico o inanimado. Para Lacan, la pulsión de muerte no es una cuestión biológica, sino que la asume como una cuestión cultural; la visualiza en el plano simbólico porque produce repetición. Freud oponía las pulsiones de muerte a las pulsiones sexuales. Lacan argumenta que todas las pulsiones son pulsiones de muerte porque cada una busca su extinción, cada una envuelve al sujeto en la repetición.

El concepto de libido sirve como base a la teoría psicoanalítica. Por libido se entiende la fuente de energía del psiquismo, la pulsión sexual (aunque no limitada a lo genital), que puede reprimirse, descargarse, sublimarse, etc. Las transformaciones de la libido regulan la elección de objeto (relaciones personales) y la formación del carácter o estructura psíquica.

· Pulsion de vida – pulsion de muerte/ libido


El punto de vista adaptativo-relacional explica cómo se adapta, interactúa o responde a los objetos y al medio.

· Yo-mundo exterior = sujeto-objeto

2.1.1. Prehistoria del Psicoanálisis (1886-1900)
En esta época son relevantes sus obras: "Los estudios sobre la histeria" (1895) publicada con Breuer y "Proyecto de una psicología científica para neurólogos (1895), obra que no llegó a publicar en vida.

Durante el estadio pre-analítico, también denominado por Freud como prehistoria catártica, hace uso del método catártico[6], al que denomina antecedente inmediato del psicoanálisis y la sugestión hipnótica como medio auxiliar, que abandona, porque según su experiencia clínica los resultados terapéuticos de la catarsis basada en el hipnotismo no acababan de satisfacerle. Básicamente, porque según su experiencia al respecto, la terapéutica hipnótica[7] intenta encubrir y disfrazar algo existente en la vida psíquica, dejando intactos todos los procesos que han conducido a la formación de síntomas. Freud observa que la sugestión tiene el efecto de prohibir los síntomas y reforzar el proceso de las represiones. Y llega a afirmar que, por el contrario, la terapéutica analítica intenta hacerlos emerger clara y precisamente, y suprimirlos después. También aclara que la labor analítica, al encontrarse con conflictos que han engendrado síntomas, se remonta hasta la misma raíz, y se sirve de la sugestión para modificar en el sentido deseado, la solución de estos conflictos. Según sus palabras:

“la supresión de la hipnosis significó una ruptura con la evolución del procedimiento hasta entonces y un nuevo comienzo”

Este nuevo comienzo del que nos habla Freud se refiere a lo que significó la modificación de la técnica catártica y el abandono de la hipnosis. Estos métodos estaban siendo insuficientes en el tratamiento de la histeria, a causa de que los resultados terapéuticos obtenidos por estos procedimientos variaban positiva o negativamente ante cualquier modificación en la relación médico-paciente (relación transferencial), lo que le demostró a Freud que esta relación era más poderosa que la labor catártica. Entonces, lo que se le planteaba a Freud era la sustitución de este método: la aplicación de la hipnosis al método catártico. Esta transición trajo consigo el empleo de la sugestión, a partir de 1892-1893 (derivada de sugestión pos-hipnótica que empleaba Bernheim), colocando la mano sobre la frente del paciente para hacerle recordar los eventos olvidados, en el entendido de que los pacientes “tenían también que saber”[8] lo que antes se le hacia accesible a la conciencia por medio de la hipnosis. Juan David Nasio (Pág. 37) apunta que Freud descubre que “Elisabeth no quiere recordar”, por lo que inventa el concepto de resistencia.

Del empleo de la hipnosis como método terapéutico Freud conservó la colocación del paciente en decúbito supino (boca arriba) sobre un lecho de reposo, colocándose detrás de él, viéndolo sin ser visto.

De aquí en adelante, desarrolló el método de asociación libre, que marca el inicio de la historia del psicoanálisis, como un método de tratamiento para las neurosis. Precisamente durante el proceso de investigar, tratar y clasificar las neurosis, Freud estructuró la teoría y práctica del psicoanálisis, para lo cual desarrolló un modelo causal de la histeria. Este modelo estuvo basado en las experiencias traumáticas del sujeto que quedan a nivel inconsciente.

Una primera clasificación de neurosis[9], neurastenia, según la nosología médica, la hizo en dos tipos básicos: neurosis de angustia, que correspondía al ataque de angustia como fenómeno central, con sus equivalentes formas rudimentarias y síntomas constitutivos crónicos, y neurastenia. A ambas clasificaciones Freud dió el factor sexual como etiológico, por lo que consideró las neurosis en general como perturbaciones de la función sexual.

2.1.2. Etapa de la Fundación. Primera Tópica (1900-1923)
El esbozo del primer modelo aparece en “La interpreta­ción de los sueños" (1900) y su desarrollo culmina con los trabajos so­bre Metapsicología (1915) y las "Introducción al Psico­análisis"(1916-18). El aparato psíquico está compuesto aquí por dos sistemas: el Sistema Preconsciente-Consciente (Sistema Prec-Cc), y el Sistema Inconsciente (Sistema Inc). Ambos Sistemas están separados por una barrera formada por una censura defendida por las fuerzas de la represión.

A esta época pertenecen también: “Psicopatología de la vida cotidiana" (1904) y "Tres ensayos sobre teoría sexual"(1905). Los rasgos sobresalientes de esta etapa son el desarrollo del método de asociación libre y el abandono de la teoría de las experiencias traumáticas (seducción infantil). El método de la asociación libre lo comenzó a utilizar consigo mismo (autoanálisis), que desde el punto de vista terapéutico le permite desarrollar el análisis de los sueños y para descubrir sus deseos incestuosos hacia su madre, que formuló como Complejo de Edipo y que constituye un fenómeno universal.

Elabora la noción de inconsciente y define los sueños como realizaciones inconscientes de deseos, la descripción de los mecanismos de defensa y la diferencia psicosexual-estructural entre hombre y mujer.

La utilización del método de asociación libre, a partir de la modificación del método catártico por el uso de su elemento distintivo, la sugestión, le permitió a Freud desarrollar la teoría de la represión, la cual está intrínsecamente ligada a la resistencia. Freud pudo observar que aquello que los pacientes normalmente olvidaban sobre su vida, pero que por medio de la hipnosis y la sugestión podían recordar, tenía como causa precisamente la naturaleza de aquello que era olvidado: era penoso, doloroso, vergonzoso o temible. Entonces, la labor del terapeuta era dominar en el paciente la fuerza que se revelaba contra el recuerdo, que Freud llamo resistencia a hacer consciente aquello que la represión relegó al inconsciente, por ser inaceptable para la conciencia. Fue entonces cuando Freud denominó su método de curación: psicoanálisis, en sustitución de la denominación de catarsis.

La teoría de la seducción[10] o del trauma sexual por abuso durante la infancia, vista por Freud en la génesis de los síntomas histéricos, y basada en los resultados del análisis de los adultos, fue abandonada posteriormente a causa de su falta de comprobación en la realidad. Esta teoría fue sustituida por la idea de que tales traumas, sí existieron, sólo que en la imaginación y que el sistema de fantasías sexuales es una realidad de orden psíquico. Freud llegó a la conclusión de que la actividad sexual de los primeros años infantiles es constitutiva de los seres humanos y que la causa de la fijación al trauma es que la realidad psíquica tiene igual valor de verdad que la realidad práctica. Es decir, la disposición innata y la experiencia o la fantasía se unen como factor etiológico en la producción de excitaciones desagradables y subsiguiente fijación al trauma.

2.1.3. Etapa de la Psicología del Yo. Segunda Tópica (1923-1939)
En esta fase desarrolla su segunda teoría de la estructura mental, que se organiza como fuerzas psíquicas en conflicto entre el Ello, el Yo y el Superyó. También introduce en las fuerzas de la libido el concepto de pulsión de muerte (Tánatos). A esta época pertenecen las obras: "Metapsicología" (1915), "Mas allá del principio de placer" (1920) y "El Yo y el Ello" (1923). A partir de este momento el Yo se sitúa en el centro del trabajo psicoanalítico, y el psicoanálisis se dirige a aliviar al yo de las presiones tanto del ello como del Superyó.

La teoría psicoanalítica de la división de la personalidad[11], en tanto conflicto entre las tres instancias que la integran explica la diversidad y grados de alteración del yo, nos explica que un acto del yo será como debe ser si simultáneamente satisface las demandas del ello, del súper-yo y la realidad. Entendiendo al ello y al súper-yo en su carácter pretérito tanto biológico como social, respectivamente; y al yo, como la propia experiencia de la persona y que tiene la función de adaptación y modificación de la realidad.

En un primer momento de la constitución de la personalidad, el yo[12] intenta realizar su tarea de mediar entre el ello[13] y el mundo exterior al servicio del principio del placer[14] y proteger al ello de sus peligros. Puede suceder que en el curso de esos esfuerzos el yo aprenda a adoptar una actitud defensiva hacia su propio ello, considerándolo como un peligro externo, lo que ocurre porque comprende que la satisfacción del instinto llevaría a conflictos con el mundo externo. Una primera función del yo, en el curso de su evolución, consiste en evitar el peligro, la ansiedad y el displacer. Esa función es llevada a cabo a través de procedimientos llamados mecanismos de defensa y que implican las formas de alteración del yo: entre ellos el mecanismo de la represión, al que Freud consideró peculiar y diferenciado del resto, y que habremos de exponer en el Capítulo III.

Un segundo momento en la estructuración de la personalidad se registra a causa de que, en el prolongado curso su desarrollo, el ser humano depende de figuras que ejercen autoridad. Esta relación ocasiona la formación de una instancia especial en la que se prolonga la influencia parental. Freud la denomina súper-yo. Esta tercera instancia recibe influencia de los padres, la familia, tradiciones, ideales sociales, por lo que también lo denomina como ideal del yo.

Por otra parte, a través de las reformulaciones de la teoría de las pulsiones[15] en el trabajo de Freud, una constante es el dualismo básico que las caracteriza.

-- Cabe aclarar en este punto una crítica hecha por Jacques Lacan a la traducción del concepto freudiano de drive[16] (trieb) que hace Strachey en la Standard Edition, en la cual el concepto de pulsión (drive), es igualado al de instinto (instinkt). --

Al principio, este dualismo era concebido en términos de una oposición entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo, también llamadas pulsiones de autoconservación. Durante el periodo 1914-1920 Freud introdujo una modificación importante: que las pulsiones del yo eran en sí mismas pulsiones sexuales, así que el dualismo fue conceptualizado en términos de pulsión de vida (Eros) y pulsión de muerte (Tánatos).

Creemos necesario explicar lo que para Freud es constitutivo de la sexualidad humana, de la pulsion sexual. La sexualidad está compuesta por pulsiones parciales que siguen el curso del desarrollo del ser humano en diferentes zonas erógenas: pulsiones orales, anales, escópica (mirada) e invocatoria (voz), cuyas zonas erógenas están en los labios, el ano, los ojos y los oídos. Sus objetos parciales son el pecho (mamar), las heces fecales (defecar), la vista (ver) y la voz (escuchar). Freud postula que una vez alcanzada la adolescencia, las pulsiones parciales se organizan en un conjunto estructurado en torno a la primacía de los genitales, en función de la reproducción, la pulsion sexual del adulto.

En cuanto lo que Freud llama formaciones del inconsciente, y que trata ampliamente en su ensayo de 1923, Psicopatología de la Vida Cotidiana. Aquello que está reprimido forma parte de lo inconsciente. Este contenido tiende a repetirse en forma de síntomas neuróticos, chiste, sueños, actos fallidos, lapsus. Es a través de estas estructuras como se puede tener acceso a los significados de la vida anímica inconsciente.


2.2. JACQUES LACAN DESPUÉS DE SIGMUND FREUD:
Jacques Marie Emile Lacan[17] (1901-1981) médico psiquiatra y psicoanalista francés, quién más allá de sólidos estudios de psiquiatría y psicoanálisis, desarrolló un gran interés por las letras y la filosofía. En sus obras hay referencias a los presocráticos y Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel (con Kojéve), Heidegger, Marx, y Gilson; a Mauss y Levy Strauss (antropología), Marc Bloch (historia), Ferdinand de Saussure (lingüística) y B. Russel y Couturat (matemáticas).

2.2.1. Jacques Lacan y El Retorno a Freud
Jacques Lacan[18] tuvo su entrenamiento como psicoanalista en la Asociación Psicoanalítica Internacional: IPA, por sus siglas en ingles. Esta organización, que fue fundada por Freud en 1910, y se presentaba a sí misma como la única y legítima representante del legado freudiano. Sin embargo, Lacan gradualmente inició y fue desarrollando una crítica radical a la forma que la mayoría de los analistas de la IPA habían interpretado a Freud. Después de ser expulsado de la IPA en 1953, Lacan desarrolló su polémica aún más, argumentando que los postulados más radicales de Freud habían sido tergiversados por las tres escuelas más grandes de psicoanálisis: La Psicología del Self (Ego-Psychology), el Psicoanálisis Kleiniano y la Teoría de las Relaciones Objetales.

Como respuesta a esta situación, Lacan se propuso conducir lo que él llamó un “retorno a Freud”, tanto en el sentido de una atención renovada a los textos escritos por Freud, como en un regreso a la esencia del trabajo de Freud, el cual había sido tergiversado por la IPA. La lectura de los textos de Freud en su original alemán permitió a Lacan descubrir los elementos que habían sido obscurecidos a causa de una pobre traducción e ignorados por otros estudiosos. Así es que, mucho del trabajo de Lacan es tomado de comentarios textuales detallados de los trabajos específicos de Freud, y por numerosas referencias al trabajo de otros analistas cuyas ideas Lacan refuta. Para entender el trabajo de Lacan, sin embargo, es necesario tanto tener una comprensión detallada de las ideas de Freud como también una noción de la forma en la cual esas ideas fueron desarrolladas y modificadas por los otros analistas post-freudianos a quienes Lacan critica. Estas ideas son el telón de fondo contra el cual Lacan desarrolla su propio “retorno a Freud”. En los años 1963-64, se dió la segunda ruptura de Lacan con la IPA y la consecuente creación de su propia escuela de psicoanálisis: la Escuela Freudiana de Paris (EFP).

Hemos visto el contexto de la disidencia de Lacan del organismo con la máxima representación del discurso psicoanalítico. Veamos ahora, su propuesta teórica, hecha en términos concretos para ese “Retorno a Freud”, en los diferentes estadios de su separación de la IPA.

Iniciamos con una conocida afirmación introducida por Lacan [19]en su Proposición del 9 de octubre de 1967. “El analista sólo se autoriza a partir de sí mismo”. Tiempo después, en el Seminario de 1974 agrega: “el analista sólo se autoriza a partir de sí mismo... y de algunos otros”. Entre los “algunos otros” se ubica el analista a quien se recurre para una supervisión. La estructura de la escuela de psicoanálisis lacaniano establece el acceso a través de estructuras tales como Analista Miembro de la Escuela (AME), su grado superior: Analista de la Escuela (AE), analistas voluntarios al “pase” que al atravesar por su proceso analítico llegan a dar el giro desde la posición de analizantes a la posición de psicoanalistas. El “pase” consiste en testificar, frente a dos pasantes y un comité formado por Analistas de la Escuela, la propia experiencia como analizante, en especial el momento crucial de este pasaje o giro que acabamos de mencionar.

Veamos como la afirmación respecto a la autorización de los analistas alude a la posición de Lacan respecto a la formación en la universidad establecida por la IPA. En esta institución, el estatuto de psicoanalista se alcanza de acuerdo a un esquema general aplicado a los analistas en formación a través de un “psicoanálisis didáctico”, por el cual se norma la frecuencia y duración de las sesiones, predeterminado en un esquema general. A este esquema, Lacan antepuso las sesiones de duración corta, introdujo la interpretación en términos del “corte” en el momento en que aparecen las formaciones del inconsciente. En este sentido es que gira todo el retorno a Freud. Lacan argumenta que un número prefijado de sesiones con una duración determinada desconoce la característica de lo que se busca en el análisis y que constituye el fundamento de la teoría y la practica psicoanalítica: lo inconsciente. Este aspecto lo detallaremos en el apartado del manejo de la sesión analítica, ahora veamos la incidencia de esta propuesta de la escuela psicoanalítica de Jacques Lacan.

Esta propuesta de Lacan apunta a la formación del analista, la cual sucede en tres lugares diferentes[20]: el análisis personal, la teoría psicoanalítica y la supervisón. También sucede en tres tiempos distintos: el de la formación, la autorización y el reconocimiento.

El primer lugar, en todos los sentidos, lo ocupa el análisis. Es el lugar privilegiado para la experiencia de la transferencia y del inconsciente.

Todos los análisis tienen una duración en el tiempo, un comienzo y un final, pues sería inconcebible que fuese eterno. Por lo tanto, a partir de su resolución, se abandona definitivamente la posición de paciente, pudiendo acceder así a otra alzada subjetiva, la posición del analista.

El segundo lugar es ocupado por el estudio de la teoría psicoanalítica. En términos temporales, se considera que el estudio no tendría nunca un punto final, por estar en perpetua actualización.

En el tercer lugar se encuentra la supervisión. El analista iniciante se encuentra ante una doble alteridad: por un lado, el discurso de los pacientes que interpela su escucha; por otro, la confrontación con un analista veterano que, en calidad de interlocutor, interroga tal escucha desde el saber que le es atribuído.

En lo que respecta a los tiempos, el primero de ellos recibe la denominación genérica de formación, comprendiendo el análisis, el estudio y la supervisión, como elementos de un único procedimiento dirigido a dar soporte a la función del analista.

En un tiempo segundo, se encuentra la autorización. ¿A partir de qué momento alguien podría considerarse analista? Clásicamente esta pregunta ha sido respondida dentro de un marco burocrático como garantía del ejercicio profesional de aquél que habría cumplido ciertas exigencias reglamentadas. Con Lacan, como consecuencia de su propuesta de que “el analista sólo se autoriza de sí mismo”, quedó claro que, al margen de la certeza que pueda ser dada por una institución, habría un trabajo subjetivo, individual e intransferible que le compete exclusivamente a cada interesado, en la búsqueda de su verdad en la soledad del análisis.

Es menester considerar un tercer tiempo, coincidente y posterior, cuando alguien solamente es analista porque algún otro lo acepta como tal. Es el momento del reconocimiento. En este punto, las instituciones psicoanalíticas pueden funcionar como aval, pero, en última instancia, el crédito proviene de aquellas personas que así lo consideran. Ejemplo concreto de ello es cuando un analista recibe un pedido de análisis de alguien que fue enviado por un tercero. En este circuito, que comienza con el sujeto que indica, y por lo tanto, testimonia en favor del analista, el tema de la alteridad se completa con el veredicto de aquel que será el paciente. La credibilidad supuesta al analista tiene valor, en definitiva, en tanto se muestre a la altura de lo que de él se espera.

Con estas consideraciones sobre la formación del analista creemos haber esclarecido el sumum de la motivación para el “retorno a Freud” de Lacan, con la consecuente formación de la escuela de psicoanálisis fuera de la universidad. Otro aspecto de la formación del analista que nos parece fundamental expresar en este punto, tal como lo manifestó Freud[21] en diversas oportunidades, es el conocimiento de la cultura humana y de su historia, el cual era de rigor en toda formación de analista. En momentos críticos como aquellos de mediados de la década de 1920, cuando surgió la controversia sobre si para el ejercicio del análisis eran indispensables estudios de medicina, él subrayó con vigor que junto al imprescindible conocimiento de la teoría y la técnica específicas del psicoanálisis, aquella disciplina científica era menos relevante que los saberes literarios, filológicos, históricos, los cuales brindaban un horizonte cultural donde los núcleos de la vida psíquica hallaban su inteligibilidad.

No sólo en la posición de Lacan se justifica la idea básica del “retorno a Freud”. Vemos que, en los Escritos Técnicos, Freud[22] menciona el análisis personal del analista como condición necesaria para su práctica; no hace mención de la supervisión de casos, a lo sumo afirma que no basta conocer los resultados del psicoanálisis, con su lectura, sino que debe aprenderse bajo la guía de aquellos que ya lo dominan, aunque era una práctica corriente en esa época la conversación entre analistas o la comunicación epistolar en relación a las dificultades que planteaban algunos tratamientos.

Pero además, en 1919, en su trabajo Sobre la Enseñanza del Psicoanálisis en la Universidad, Freud[23] dice que el psicoanalista “puede prescindir de la Universidad sin menoscabo alguno para su formación”. Continúa afirmando que “en cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a través de su propio análisis podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el control y la guía de los psicoanalistas más reconocidos”. Es decir, además de la experiencia de su propio análisis, existe la posibilidad de recurrir a otros analistas para controlar o poner a prueba la conducción de un tratamiento.

2.2.2. El Inconsciente Estructurado Como Un Lenguaje
Jacques Lacan puede ser presentado bajo la fórmula de su tesis: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Para él, el descubrimiento freudiano sólo encuentra su coherencia a partir de esta tesis. En este sentido, la historiadora del psicoanálisis Elisabeth Roudinesco afirma que: “Basándose en los principios de la lingüística saussureana, Lacan[24] hizo del lenguaje la condición del inconsciente, renunciando a la idea freudiana del sustrato biológico heredado del darwinismo.”

Para Lacan,

“El inconsciente es la suma de los efectos que ejerce la palabra sobre un sujeto, es la dimensión donde el sujeto se determina en el desarrollo de los efectos de la palabra, y en consecuencia, el inconsciente esta estructurado como un lenguaje”[25]

Esta estructura similar a la del lenguaje, como la redefine Lacan, se manifiesta de diferentes formas tanto en las personas sanas como en las enfermas, es constitutiva del sujeto.

Previo al análisis de la visión del inconsciente que propone Lacan, veamos la exposición del Profesor Villamarzo[26], respecto a algunas concepciones freudianas que tienen mucho que ver con la lingüística de Ferdinand de Saussure[27], sobre cuya base reelabora la noción de inconsciente. En su análisis, este autor observa que Freud aborda con gran intuición, a pesar de que su terminología no es lingüística, lo que los lingüistas iban a expresar posteriormente en dicha terminología. Se refiere específicamente a los conceptos de “representación de la cosa” y “representación de la palabra”, que rigen respectivamente en el proceso primario y el proceso secundario.

Los contenidos del proceso primario, es decir, del inconsciente, están constituidos por representaciones, sentimientos, motivaciones, etc., y equivalen a las “representaciones de cosa”, que no pueden acceder al proceso secundario o Preconsciente-Consciente. La condición necesaria que hará posible el paso del proceso primario al secundario, es decir, que hará posible que las “representaciones de la cosa” puedan ser traídas a la conciencia, es que a cada “representación de la cosa” se le asigne un nombre o, lo que es lo mismo, que aparezca asociada con una “representación de palabra”. Dicho de otro modo, que para que el inconsciente pueda recobrar las vivencias inconscientes, estas tienen que estar asociadas a palabras, por lo que toda representación no concretada en palabras va a permanecer en estado de represión en el inconsciente.

Es lo que, en ultimo termino, hacemos en el tratamiento analítico: dado que el paciente tiene mal posicionados los representantes de palabra, a través de la regresión[28] vamos a pretender llevarle al mundo de los representantes de cosa, que en él también son inadecuados, para que a través de la relación transferencial con el analista pueda restaurarles de una forma más adecuada. La consecuencia va a ser que podrá nombrarles – usando la terminología de Lacan – con palabras llenas de sentido, y no con palabras vacías[29].

Por otra parte, en la misma época en que el humanismo se desarrollaba en los Estados Unidos, Lacan[30] ocupaba el espacio institucionalizado de la tercera generación de psicoanalistas franceses y hace una lectura del pensamiento freudiano a través de la lingüística, principalmente influído por la figura de Ferdinand de Saussure. Unido a ésto, Lacan fue también fuertemente influído por el pensamiento estructuralista, principalmente por Levy Strauss, que dominaba la producción del pensamiento social francés en aquel momento. A partir de estas influencias, Lacan rompe con el discurso biologista freudiano, pero, en opinión de Villamarzo, rompe también con la ontología freudiana en su sentido más general, al concebir el lenguaje como constitutivo del inconsciente y no el inconsciente como constitutivo del lenguaje, lo cual invierte completamente la forma en que Freud comprendió esta relación en sus momentos iniciales. En relación a esto, Lacan escribe en 1966:“El síntoma analizado...es apoyado por una estructura que es idéntica a la estructura del lenguaje.”.

Lacan elimina la constitución ontológica del síntoma, y coloca éste en la estructura del lenguaje, con lo cual los aspectos inconscientes de la organización de la enfermedad se subordinan a la organización del inconsciente como lenguaje. La sustitución de un imaginario empobrecido y distorsionador, (como es vista esta instancia por Lacan) por la organización simbólica del inconsciente como lenguaje. A decir del profesor Villamarzo, esto representó un momento crucial en la constitución del fenómeno subjetivo, que reconoce la emoción y el sujeto individual como constitutivos de la subjetividad, por lo simbólico y el discurso.

2.2.3. El Manejo De La Sesión Analítica
Cuando se va a ver un analista es normalmente porque se tiene una dosis de sufrimiento que ya no se puede controlar. La verdad reprimida ya no aparece en los sueños o en un síntoma transitorio, sino que se dice a medias, a través de las limitaciones o inhibiciones, de síntomas inoportunos, de una explosión de angustia o incluso de un delirio. Toda demanda de análisis puede ser acogida, dado que no le corresponde al paciente ajustarse y adaptarse al marco de la cura, sino al analista y al encuadre adaptarse al paciente.

La posición orientada en las entrevistas preliminares es la de pensar que este futuro analizante, candidato al análisis, tendría capacidad de analizabilidad, capacidad de transferencia, aptitud para transferencia.

La escucha en psicoanálisis no busca indicadores para establecer un diagnóstico. Escucha el discurso de un sujeto que trata de explicar su sufrimiento y en los fallos de este discurso, escucha la presencia del Otro que habla a través del sujeto: el inconsciente. Si el analista exige al paciente la aplicación de la regla fundamental de la asociación libre, debe estar preparado para recibir cualquier historia que le cuenten, sin elección previa, haciendo uso de la neutralidad.

La atención flotante coloca al analista en la mejor posición para la escucha del las formaciones de lo inconsciente. Freud la calificaba de flotante porque no se parece a la atención que se utiliza en el razonamiento o cuando se realiza un esfuerzo de memoria. Esta atención coloca al analista en una posición próxima a la posición del analizante durante su proceso de asociación libre de ideas.

A partir del descubrimiento de las resistencias, Freud entiende que las formaciones de lo inconsciente: síntoma, actos fallidos, chiste, sueño, lapsus, y en particular las asociaciones libres, están cargadas de significación inconsciente. Introduce así, el método de asociación libre de ideas, asumiendo que, todas estas formaciones contienen, de manera indirecta, la representación traumática inconsciente (Nasio, 37), convirtiéndose así en la Regla Fundamental del Psicoanálisis, a la que se compromete el analizante durante todo el proceso.

Con la asociación libre de ideas es imposible no decir la verdad, incluso cuando nos equivocamos o mentimos. A pesar de las diferentes direcciones que puede tomar la palabra, se vuelve siempre incansablemente a las mismas cosas: “pero yo ya le había dicho esto”, dicen invariablemente los analizantes. Es la presencia de lo real (lo inconsciente) lo que subyace a nuestras asociaciones, lo que impide que vayan completamente a la deriva y lo que las devuelve siempre al mismo lugar.

La interpretación surge a partir del conocimiento de la resistencia. Freud ideó hacer intervenciones al paciente, no sólo para significarle el sentido de un sueño o de las asociaciones libres, sino para interpretar las resistencias, es decir, para disminuir las resistencias del yo. En 1937 su afirmación es la siguiente:

“Interpretamos sólo para nosotros y no para el paciente, en tanto el yo se aferra a sus antiguas defensas y no abandona sus resistencias... que, aunque pertenecen al yo, son inconscientes y en cierto modo se hayan aisladas dentro de él. [31]

Otros elementos surgidos en la vuelta que Lacan da a la típica interpretación de Freud son la puntualización, el señalamiento y el corte. Lacan[32] explica que la abstención del psicoanalista no se sostiene indefinidamente, porque cuando el sujeto del análisis se acerca a lo que él llama la verdadera palabra (palabra llena de sentido), el analista la sanciona con su respuesta. La puntualiza, pues la palabra verdadera contiene ya su respuesta. La puntualización una vez colocada fija el sentido. El momento de la suspensión de la sesión viene dado sobre este criterio, nunca en el sentido del reloj. Es lo que Lacan llama el corte, sobre lo cual afirma que no puede dejar de ser experimentada por el sujeto como una puntualización de su progreso en el análisis. El señalamiento se introduce en la coyuntura que se produce cuando el sujeto llega al límite de lo que el momento permite a su discurso efectuar de la palabra, mientras bascula hacia la presencia del analista, esa presencia entonces se señala.

El diván facilita la asociación libre, porque el analizante está en una situación similar a la del sueño, la motricidad queda suspendida, lo que da a las palabras toda su importancia y a los procesos primarios su campo de acción. Cuando estamos cara a cara con alguien es muy difícil decir no importa qué cosas. La tendencia es construir un discurso lógico e inteligible. Estamos tentados a buscar aprobación o desaprobación, que puede buscarse con la mirada. El paso al diván está guiado por el criterio de quién es analizable y quién no lo es, es decir, de la indicación del análisis[33] propiamente dicho. Sólo es analizable quien es capaz de transferencia. Este es el único criterio de analizabilidad, y cuya aparición es el criterio fundamental para la indicación del diván, cuando asumimos al sujeto de la demanda como analizante. Ser capaz de desarrollar, con el analista, una neurosis de transferencia y, a la inversa, la condición para que se mantenga y acabe una cura analítica es que el analizante sea o haya sido neurótico.

No consideramos materia de esta Pasantía discutir sobre el criterio de analizabilidad de las diferentes neurosis, perversiones y psicosis. Es un tema amplio que ameritaría un trabajo de exposición y análisis muy minucioso. En este caso nos limitamos a lo que concierne al trabajo con neuróticos capaces de transferencia, se entienden las neurosis de transferencia en tanto estructura de personalidad.

En tanto concepto técnico, en función de la terapia analítica, tenemos la neurosis de transferencia. Una idea[34] previa a Freud, en boga para 1890, original de Charcot y retomada por Janet, era que en el momento en el cual el paciente hacía la descarga, es decir, alucinaba el acontecimiento traumático y hablaba, en ese momento se producía una crisis histérica. Y se decía en una época anterior a Freud, que para tratar la histeria era necesario recrear una crisis histérica. Freud dice que la neurosis de transferencia es un producto psíquico, mórbido, espontáneo y fundamentalmente inconsciente.

El pago es uno de los medios de hacer posible el análisis. Hay cosas que nunca se podrían decir si no fuera pagando un precio por ello. Este precio no puede ser igual para todo el mundo, no porque el analista fije sus honorarios al dictado de su cliente, sino porque el precio que puede ser irrisorio para uno también puede ser insuperable para otro. Una de las reglas del análisis es la de que cualquier sesión, aunque se falte a ella, debe pagarse. Esta regla da valor al alcance del acto fallido, en tanto es el éxito del deseo inconsciente.

Duración del análisis. Tanto en la IPA como en las instituciones pagadoras, seguros médicos, y sistemas penitenciarios de los países desarrollados que cubren el pago del análisis existe una vigilancia sobre los resultados del análisis y el tiempo necesario para obtenerlo. Freud destaca que el tiempo del inconsciente no es el mismo tiempo del reloj:

“los procesos anímicos inconscientes se hallan en sí . Esto quiere decir, en primer lugar, que no pueden ser ordenados temporalmente, que el tiempo no cambia nada en ellos y que no se les puede aplicar la idea de tiempo.”[35]

Cuando Lacan introdujo su innovación, al practicar las sesiones de duración variable, Lacan hace la interrupción de la sesión como un signo de puntuación que da al discurso del paciente una consistencia completamente distinta, permitiendo el resurgimiento del deseo inconsciente.

La curación, como hemos visto en el Capitulo 1, no es objetivo terapéutico del análisis. Es al paciente que le corresponde decir si lo que ha adquirido es o no suficiente. No se puede, en nombre del análisis, empujar a un paciente a prolongar su cura mas allá de un determinado punto, salvo si es un candidato para ser analista. La identificación con el analista no es el determinante de la curación, como sostienen algunos autores.

Para Freud, la finalidad de un análisis era liberar la energía que el sujeto empleaba en la represión. Para Lacan[36], la finalidad del análisis no es la eliminación de los síntomas neuróticos, puesto que cuando un síntoma neurótico desaparece es a menudo simplemente reemplazado por otro. Y esto es lo que distingue fundamentalmente el psicoanálisis de cualquier forma de psicoterapia. No obstante el inconsciente es especialmente visible en las formaciones del inconsciente (síntoma, sueños, lapsus, chiste, actos fallidos), no deja ninguna de nuestras acciones fuera de su campo, es un fenómeno intersubjetivo, es transindividual. En este sentido, la finalidad del análisis no podría reducirse a hacer consciente lo inconsciente.

El fin del análisis, en tanto proceso, el punto final, vendría a ser, como hemos dicho antes, la articulación de la verdad del analizante en un discurso nuevo, que lo llevaría a identificarse con sus síntomas, sabiendo qué hacer con ellos. Lo cual plantea un cambio subjetivo en la posición del analizante frente a su pasado, convertido por este proceso en su historia.

“Es ciertamente esta asunción por el sujeto de su historia, en cuanto que está constituida por por la palabra dirigida al otro, la que forma el fondo del nuevo método al que Freud da el nombre de psicoanálisis.[37]

Finalmente, nos parece oportuno agregar una segunda cita en este sentido:

“el psicoanálisis puede acompañar al paciente hasta el limite extático de “Tú eres eso”, donde se le revela la cifra de su destino moral, pero no está en nuestro solo poder de practicantes el conducirlo hasta ese momento en que empieza el verdadero viaje”[38]


[1] Freud, S. Op.Cit. (1915) Metapsicología. Passim.
[2]Laplanche, J. y Pontalis (1971) Diccionario de psicoanálisis, Labor, Barcelona.
[3]Villamarzo, Pedro F. et alius (1998) Psicoanálisis Aplicado Amarú Ed., Salamanca. Pág.75
[4] Freud, S. Op. Cit. (1926) Psicoanálisis: Escuela Freudiana.
[5] Lacan, J. El Seminario. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Pág. 172.
[6] Freud, S. Op. Cit.(1910) Esquema del Psicoanálisis, Pág. 103
[7] Ibidem (1916-1918) Introducción al Psicoanálisis, Págs. 383-385
[8] Freud, S. (1925) Op. Cit. Autobiografía, Tomo II, Págs.1022,1023
[9] Ibidem. Pág.1021
[10] Freud, S. Op. Cit (1914) Historia del Movimiento Psicoanalítico. Op. Cit. Tomo II, Pág.986
[11] Ibidem (1938) Esquema del Psicoanálisis. Tomo III. Pág. 1013
[12] Freud, S. Op. Cit. Pág. 1012. Organización especial que surge del ello y que actúa como intermediaria entre el ello y el mundo exterior.
[13] Ibidem. Pág. 1012: Instancia más antigua del psiquismo cuyo contenido es todo lo heredado, lo que está presente en el nacimiento, lo constitucionalmente establecido.
[14] Este principio apunta exclusivamente a evitar el displacer, no se refiere a sensaciones.
[15] Evans, D. Op. Cit. Pág. 48
[16] Ver apéndice no.1
[17] Imbriano, Amelia. La cosa lacaniana: el retorno a Freud. Internet 2004. http://www.elsigma.com/ (3 feb. 2004)
[18] Evans, D. Op. Cit. (Págs. 67-69)
[19] Lacan, J. (1998) Escritos. passim
[20]Cesarotto, Oscar. La Transmisión del Analista. Interntet 2003. http://www.edupsi.com/formacion (5 dic. 2003)
[21] Omar Acha. Freud y la Historia. Internet 2003. www.edupsi.com/historia (29 nov. 2003)
[22] Freud, S.: Op. Cit. (1912) Escritos Técnicos. Págs. 410-421
[23] Freud, S.: Op. Cit (1919) Sobre la Enseñanza del Psicoanálisis en la Universidad. Pags. 994-996
[24] Roudinesco, Op. Cit. Págs. 111, 112.
[25] Lacan, J. Op. Cit. (1964) Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Pág. 155
[26] Villamarzo, Ut Supra. (Págs. 126,127).
[27] De acuerdo a la concepción lingüística de Saussure: el significado y el significante son los organizadores de la sustancia comunicada y de la sustancia comunicante, respectivamente.
[28] De acuerdo con Lacan, la regresión es la actualización en el discurso de las relaciones fantaseadas restituidas por un ego en cada etapa de la descomposición de su estructura. En (1998) Escritos I. Pág. 242.
[29] Ibidem. Págs. 237s.
[30] González Rey, F. El Sujeto y la Subjetividad. Internet http://www.fae.unicamp.br/br2000/trabs/1520.doc
[31] Freud, S. Op. Cit. (1937) Análisis Terminable e Interminable. Pág. 560
[32] Lacan, J. (1998) Escritos I. Págs. 298s
[33] Nasio, J. Op. Cit. Pág. 45.
[34] Nasio, J. Op. Cit. Pág. 50-51
[35] Freud, S. Op. Cit. (1920) Mas allá del Principio del Placer. Pág. 1107
[36] Lacan, J.: (1998) Escritos 1, passim
[37] Ibidem. Pág. 247.
[38] Ibidem. Pág. 93


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